Pablo María de la Cruz no tenía miedo a la muerte, porque esperaba la vida eterna, la vida con Dios, su Amado, y por eso no le daba miedo morir, porque para él, la muerte era ganancia: ir con quien tanto amaba.
Pudo preparar su funeral, y dejó unas instrucciones muy claras y sencillas mandando un mensaje para todo aquel que tuviera pensado asistir: